Responsabilidad compartida, solidaridad compartida

«La Laguna acoge a partir de este fin de semana a cientos de personas migrantes llegadas a Canarias desde el continente africano en circunstancias dramáticas. Muchos han recorrido miles de kilómetros en condiciones extremas, han pasado hambre, sed, y han visto morir a compañeros de travesía, han sufrido la extorsión de las mafias, todo para llegar a Europa en busca de una oportunidad de prosperar que no encuentran en sus países de origen.

Llegan a La Laguna seres humanos que emigran, como tantos canarios emigraron a lo largo de nuestra historia, a América especialmente, pero también a la Europa continental, en circunstancias igualmente difíciles, dejando atrás familias y siempre con la esperanza de conseguir una vida mejor. No es una invasión, no es un tsunami, no es una guerra, y quienes recurren con demagógica insistencia a estas comparaciones se equivocan o sencillamente mienten a sabiendas.

Estas personas van a estar residiendo en nuestra isla, en nuestro municipio, instaladas en el antiguo acuartelamiento de Las Raíces, reconvertido en Centro Temporal de Acogida. No es la solución que nosotros hubiéramos deseado, y así lo hemos hecho saber en repetidas ocasiones. Hace más de seis meses pusimos a disposición del Ministerio de Migraciones media decena de alternativas en nuestro municipio para evitar una concentración de personas tan numerosa. Contamos con la solidaridad de otros territorios peninsulares que han ofrecido su ayuda a Canarias, pero también dentro del propio Archipiélago para lograr una atención más equilibrada y eficaz.

Nos preocupan las condiciones en que estarán alojadas estas personas, especialmente por las bajas temperaturas y la humedad habituales en Las Raíces y por las dificultades que supone gestionar y atender a un grupo humano tan grande. Con todo, es la solución decidida por el Ministerio de Migraciones para hacer frente a la urgencia de esta situación y, aunque no la compartimos, la aceptamos y pondremos todos los medios a nuestro alcance para que esta estancia temporal sea lo más llevadera posible. Desde luego, La Laguna no va a desentenderse de esta realidad.  

Pero no somos ingenuos. Es lícito que la llegada repentina de un número tan grande de personas genere cierta inquietud, más aún en un momento especialmente complejo por la crisis generada por el covid. Pero solo tememos aquello que desconocemos. La migración es un reto, pero también puede ser una oportunidad para reafirmarnos en nuestros principios y valores. Si la sociedad lagunera y tinerfeña siempre se ha preciado de tener un carácter acogedor, abierto y respetuoso con el que viene de fuera, estoy seguro de que también ahora sabremos estar a la altura de las circunstancias. Frente a quienes insisten en ver en el extranjero una amenaza y un peligro, yo estoy convencido de que     la mayoría de nosotros vemos una historia humana de la que no podemos desentendernos. ¿De verdad los laguneros y laguneras vamos a rechazar a alguien que resida en nuestro suelo por el simple hecho de tener un color de piel diferente?

Toca, por tanto, desarrollar aquí la mejor labor posible para acoger temporalmente a estas personas. Al mismo tiempo, seguiremos demandando del Estado que continúe con la derivación de estas personas a otros recursos o lugares del resto del país y del continente europeo; que asuma el control de las personas que son expulsadas o libremente abandonan el programa de acogida, para evitar que queden vagando por las calles en situación de desamparo; y que permita que quienes tengan su documentación en regla y dispongan de pasaporte, puedan desplazarse libremente a cualquier lugar de la península.

Esta situación requiere una solución global que excede con mucho a las atribuciones de un ayuntamiento. No es un asunto exclusivo de La Laguna, ni de Tenerife, ni siquiera de Canarias, sino de España y de toda Europa. La Unión Europea no puede desentenderse de esta realidad, como si el Archipiélago no fuera un territorio dentro de sus fronteras.

Pero La Laguna no va a mirar hacia otro lado. Apelo a la responsabilidad de todas las administraciones públicas, de los partidos políticos con vocación democrática, de los medios de comunicación, de los agentes sociales y asociaciones vecinales. Y por supuesto, apelo a la sociedad tinerfeña en su conjunto, porque solo si la responsabilidad y la solidaridad son compartidas, estaremos en condiciones de garantizar nuestro modelo de convivencia.»